4 actitudes de crianza que trauman a tus hijos
¿Qué cosas específicas son las que hacemos y afectan el vínculo afectivo entre padres e hijos?
No son necesarios tantos estudios psicológicos para reconocer la importancia del maternaje –y paternaje– en la crianza de los hijos. Se trata de una interacción entre las figuras primarias –aquellas encargas del cuidado infantil– y los niños, en la que fluyen elementos indispensables como el cuidado, el amor, el apego y la guía.
Sin embargo, en numerosas ocasiones la maternidad y la paternidad vienen acompañadas de miedos, falsas creencias o costumbres tóxicas. Por esta razón algunos teóricos se han dedicado a estudiar los vínculos para comprender cómo pueden influir en la crianza con amor. La teoría del apego de John Bowlby, quien descubrió que el vínculo emocional –llamado apego– que desarrolla un bebé con sus cuidadores le proporciona cierta seguridad emocional para el óptimo desarrollo de su personalidad. Con el paso del tiempo, una de sus colaboradoras, Mary Ainsworth, definió dos estilos de apego en función de la congruencia, predictibilidad, frecuencia y cantidad de la interacción entre madres e hijos –y no tanto de la perfección de la madre misma–: el apego seguro y el apego inseguro (apego ansioso-ambivalente, el evitativo y el desorganizado).
Con el fin de procurar un apego seguro, es importante conocer las necesidades peculiares de cada niño, sus virtudes a potenciar y sus emociones a alentar, guiar y desplegar.
Como padres estamos preocupados por educarlos, sin darnos cuenta que esta palabra va más allá de tan sólo enseñarles a leer, a realizar un trabajo o una investigación para la escuela; por brindarles todas las necesidades y gustos materiales, sin considerar que ellos también desean recibir atención y amor; por que sean niños que respetan a sus superiores, sin considerar que un cinturonazo o un grito no es una de las mejores soluciones. Sin embargo, ¿qué cosas específicas son las que hacemos y afectan el vínculo afectivo entre padres e hijos?
1. No se les escucha realmente. Hay niños que hablan mucho y tienen todo un mundo de preguntas; hay otros que suelen hablar muy poco y se atreven a preguntar de manera esporádica. Por lo que si lo mandas a callar, los obligas a guardar silencio y a considerar que sus preguntas son incómodas o tontas –y por tanto, él o ella lo es, afectando su autoconcepto–. Esto además hará que en un breve plazo el niño deje de dirigirse a ti, prefiriendo dejarte fuera de su mundo.
2. Castigos. Al sancionarlo en vez de enseñarle, es más probable que su autoconcepto –y autoestima– se vean afectadas por la inseguridad y la ruptura del vínculo con aquellos que lo castigan. Es decir que si sólo nos limitamos a indicarle al niño todo lo que hace mal, jamás sabrá cómo hacer algo bien; por lo que brindarle estrategias para desarrollar herramientas, reduce considerablemente el impacto de la humillación, rabia, rencor e inseguridad.
3. Comparaciones. Compararlo con amigos o hermanos, y ponerle apodos o etiquetarlos puede también afectar su desarrollo emocional, pues se siente ridiculizado y burlado. Al darle entender de esta manera sus “escasas facultades” y sus fallos, puede ser doloroso, lo cual no sólo propicia el odio hacia sus padres, también un sentimiento de inferioridad.
4. Ordenar y herirlo. Te apoyas en las órdenes en vez de los argumentos para regañarlo o gritarle. El maltrato psicológico es capaz de crear heridas profundas en las psiques de nuestros niños. Si bien no se ve como si fueran moretones, este tipo de abuso mina por completo la personalidad del niño, su autoconcepto y su seguridad en sí mismo. Hay padres que, al no conocer otro modo para dirigirse a sus hijos, sólo les gritan; no obstante, levantar la voz sin razón justificable provoca una mezcla de emociones entre excitación y estrés continuo, provocando que ellos no sepan a qué atenerse ni cuando hacen las cosas bien o mal: “Los gritos continuados enervan y hacen daño, puesto que no hay diálogo, sólo órdenes y reproches.”
Twitter de la autora: @deixismj