7 mentiras de la industria de belleza que hacen sentir mal a las mujeres
Es importante tomar consciencia de lo que realmente nos hace ser felices y naturales. Por ello, les compartimos siete mentiras que la industria de la belleza se ha encargado de hacernos sentir como obligaciones:
7 mentiras de la industria de belleza que hacen sentir mal a las mujeres… En las revistas, los libros, los espectaculares, los comerciales, las películas y las series televisivas, no importa a dónde dirijamos nuestra mirada: siempre encontramos una tendencia de moda, impuesta por alguna marca de ropa o de productos dedicados al cuidado de belleza. Esas empresas, dedicadas a resaltar el deseo de las mujeres, no hacen más que implantar, a su gusto, sus propios parámetros de belleza.
Década tras década, el ideal de la feminidad ha variado desde la figura de avispa, la delgadez andrógina, la obsesión con la tonalidad, hasta la adicción con las operaciones plásticas. Por consiguiente, las mujeres hemos tenido que adecuarnos a esas tendencias, a expensas de nuestra propia naturaleza de ser anchas, flacas, altas, bajas, morenas o caucásicas. Es así que miles de mujeres gastan un dineral por reconstruirse prácticamente todo el cuerpo: el cabello, las pestañas, las cejas, la piel, la estructura básica, e inclusive la zona genital.
Aunque muchas de nosotras no hemos estado bajo la punta del bisturí, hemos sido víctimas de las pastillas, las dietas, los productos para cambiar el color de nuestro cabello, cremas para el blanqueamiento de piel o dientes, mascarillas para un rostro más suave, la depilación a láser o con pinzas, el uso constante del maquillaje para ocultar nuestro cansancio, un riguroso tratamiento de manicure o pedicure, masajes de estiramiento de la piel o de reducción de los “gorditos”.
En la mayoría de las ocasiones, todos estos procesos hacen que nos sintamos guapas y deseadas; y si no logramos ese ideal, tendemos a experimentar frustración, tristeza, culpabilidad. Entonces, ¿qué es lo que nos hace sentir realmente saludables y felices?
Desgraciadamente, no nos damos cuenta que esos ideales nos alejan de nuestra verdadera imagen. Además que esos ideales fueron injertados, (in)conscientemente, por la publicidad; por lo que, sin haber analizado a fondo sus objetivos, hemos basado nuestros estándares de belleza en lo que nos dicta el marketing.
Así que, es importante tomar consciencia de lo que realmente nos hace ser felices y naturales. Por ello, les compartimos siete mentiras que la industria de la belleza se ha encargado de hacernos sentir como obligaciones:
2. “El vello del cuerpo es horrible.” Actualmente, muchas mujeres buscan el modo de hacer que desaparezca cualquier “bigote”, “uniceja”, vello de las axilas, piernas, brazos o “zona del bikini”. Es raro que una mujer deje que su cabello esté au naturel. De acuerdo con la investigadora Christine Hope, esta campaña comenzó en 1915, cuando cientos de anuncios acusaron de “antifemenino” al vello corporal; por lo que, cuando una tenía el cuerpo tan suave como su rostro, podía ser más atractiva que sus compañeras.
3. “Tu piel es demasiado oscura.” Durante el siglo XIX y XX, el aclaramiento de la piel se convirtió en un requisito de etiqueta. Más allá de un ritual de belleza, es un símbolo de una sociedad inundada de prejuicios. La publicidad se encargó de fomentar la idea de que, al tener un tonto caucásico, una podría ocupar posiciones sociales más altas, obtener un matrimonio mejor remunerado y vivir mejor. Incluso, en 1944, una piel más blanca era sinónimo de una piel más deseable. En la actualidad, los productos que fungen como un aclarador, son altamente nocivos: contienen químicos ilegales que están relacionados con enfermedades como el cáncer.
4. “Pero, ¿qué crees? Tu piel ahora es demasiado blanca.” A finales del siglo XX, los doctores empezaron a recetar la exposición al sol para evitar numerosas enfermedades. Entonces, la piel bronceada se convirtió en un sinónimo de un grupo social que gozaba del tiempo libre, de dinero de sobra, de una belleza natural. Incluso, en 1929, una campaña de Harper’s Bazaar sentenció: “Si no tienes la piel bronceada, no eres parte del furor del momento.” En consecuencias, diversas compañías de belleza empezaron a vender bronceadores artificiales.
5. “Tu celulitis está a la vista de todos. Eso debe desaparecer.” Desde 1830, muchas mujeres curvilíneas, con celulitis, eran consideradas bellas y elegantes. Sin embargo, a mitad del siglo XX, el ideal de la mujer se convirtió en un cuerpo delgado, presentando a la celulitis como el enemigo de la belleza femenina. La ansiedad causada por la celulitis ha afectado al 90 por ciento de las mujeres, convirtiéndose en una obsesión. Aunque este fenómeno no se puede curar, miles de mujeres continúan gastando un dineral en productos para desterrarlo de su piel.
6. “Tus uñas sin manicure son indeseables.” En 1911, Northam Warren empezó a promover el uso de esmalte para uñas, quitando las cutículas. Desde entonces, los comerciales se han encargado de satanizar aquellas manos que no cumplen con esas reglas, ya que entonces no se forma parte de un grupo que denota riqueza económica y elegancia. Actualmente, un esmalte de uñas, implica “estar a la moda”, ser una mujer comprometida con la belleza y la creatividad.
7. “Tus pestañas no son lo suficientemente largas.” Históricamente hablando, las mujeres se han encargado de incrementar u oscurecer sus pestañas. Sin embargo, no fue sino hasta finales del siglo XX, que T.L. Williams fundó la marca de productos de belleza Maybelline, vendiendo el glamouroso “rimel”. Se popularizó gracias a las actrices y figuras públicas. Y desde entonces, las empresas empezaron a vender la importancia del efecto del volumen y largo de las pestañas; e, incluso, se inventaron las pestañas postizas.
Esto no significa que seguir diversas rutinas de belleza esté mal o que no sea sano hacerlo; sino que, una vez conscientizadas, podamos fijar nuestro propio parámetro de belleza. Es tener la capacidad de adquirir y desechar aquellas prácticas que mejoran nuestro estado de ánimo y nuestra belleza femenina. Recuerda que, ante todo, la salud es la mejor manera de ponderar la magnificencia interna y externa.