Consecuencias, no castigos.

Consecuencias, no castigos.

De nada sirve poner un castigo. En la vida, casi siempre sólo hay consecuencias lógicas naturales, “Quien elige la conducta, elige la consecuencia”…

Consecuencias, no castigos. De nada sirve poner un castigo. En la vida, casi siempre sólo hay consecuencias lógicas naturales, “Quien elige la conducta, elige la consecuencia”.

A ver, Ana, ¡no entiendo! ¿Puedes ser mas específica? Así me preguntó una mamá un poco preocupada porque para ella, los castigos son indispensables.

Un hijo es un ser que llegó a tu vida para empujarte a crecer, para salir de tu zona de confort y convertirte en la mejor versión de ti mismo. Así es que, si estás sentado en un sillón viendo tu serie favorita y comiendo pasitas con chocolate, prepárate, porque, vas a tener que empezar a moverte.

Tu hijo necesita de tu sabiduría, de tu creatividad y de tu intuición para convertirse en un adulto, sano, responsable y bien plantado en la vida. Por eso, cuando él pide a gritos un límite, tienes que saber ponerlo. Aquí entran LAS CONSECUENCIAS.

¿Cómo tienen que ser las Consecuencias que apliques con tus hijos?

Te pongo un ejemplo:

En una ocasión le pedí a mi hijo que le pidiera dinero a su papá, (con el tiempo, aprendí que eso no se debe de hacer porque los adultos tenemos que resolver nuestras diferencias entre nosotros los adultos y no involucrar a los adolescentes, pero bueno ese es, otro tema), ya que yo estaba muy corta y mi presupuesto era mínimo. Mi hijo, con una postura corporal muy bien plantada me contesto: “Mira mamá, creo que mi papá ya hace suficiente con lo que paga para nosotros, no pienso pedirle un centavo, además tu trabajas ¿no? Y la neta, es que creo que a ti te va bastante bien y además, no nos dices cuánto ganas. Así es que: ¡olvídalo!”

Recuerdo que en ese momento sentí como un fuego interno se apoderaba de mi ser, la quijada la tenia en el piso, y me salía humo por las orejas.

Yo simplemente le dije: “Está bien, hazme un favor, sal de mi cuarto y ¡cierra la puerta por favor!.” Él contestó, “¡Ah!, y no vas a hablar conmigo?” -“No,” contesté, “en este momento estoy de muy mal humor, ¡por favor sal de mi cuarto!”

Te confieso que a estas alturas lo que yo quería era dejarlo sin dientes y que fuera a Iztapalapa a recogerlos en medio de la crucifixión, ya que era Semana Santa.

Al día siguiente, él se fue de vacaciones con su papá dos semanas, tiempo necesario para que yo recuperara la respiración y la calma. Una semana después (si haces cuentas ya llevamos 3 semanas del incidente), decidí hablar con él muy seriamente y le dije: “Hijo, necesito de tu ayuda. Como he visto que las matemáticas te apasionan y creo que ya tienes la edad suficiente para adquirir una gran responsabilidad, creo que puedes hacerte cargo de llevar la economía de esta casa, diariamente te daré todos los gastos que se hacen y me ayudaría mucho que tu los fueras registrando, ¿te parece?” Y que me contesta: “Wow, ¡claro que me parece! Es más, te voy a diseñar una hoja de Excel increíble, ya veras, hasta proyecciones vamos a hacer.”

Una semana después de tanto registrar (luz, gas, agua, gasolina, celular, súper , ya ni sigo creo que tu conoces muy bien del tipo de gastos, la lista es enorme). Se acerco a mi  y me dijo: “-Ma…  Estoy muy preocupado, tus gastos son fijos y tus ingresos son variables.” Contesté: “Así es hijo.” Y me dijo: ¿”Así cómo vamos a ahorrar? Eso de que quieras que vayamos de viaje, lo veo complicado.”

– Bueno pero veamos, podemos dejar de comprar Nutella, y Yakult,

– Mamá, ¡no inventes! eso representa sólo 70 pesos, con eso no llegamos ni a Xochimilco.

– Ya sé, ¿mi gimnasio?

– Ma, tienes que aprender la diferencia entre gasto e inversión, si tu no vas al gimnasio, te pones de un humor espantoso, el gimnasio es inversión y nos ayuda a tu buen humor.

– Entonces, ¿en qué podemos ahorrar?

– Pues es que en nada, gastamos lo mínimo indispensable.

– Bueno pues habrá que generar más grupos, y dar más cursos.

– Pues si, pero por lo que estoy viendo no esta tan sencillo.

Una semana después se acerco y me dijo:

– Oye Ma, creo que te debo una disculpa, hace tiempo te hice un comentario muy desagradable, la verdad es que hasta ahora me doy cuenta del trabajo que implica todo lo que haces porque estemos bien.

– Si hijo, lo sé, me dolió mucho pero hoy sé que también lo hiciste porque no sabes cómo funciona una casa.

– Bueno pero lo que te quiero decir, es que ya encontré la forma de ahorrar. Ya no tienes que pagarme la gasolina, ni mi celular.

– Ah ¿sí?, ¿cómo? (Te confieso que pensé, seguro ya le pidió dinero a su papá).

– Pues mira, ya le hablé a la abuela, y le pedí que me armara un grupo con sus amigas. Ya tengo 5 alumnas, les voy a dar clases de computación, y les voy a enseñar a usar su celular, por lo tanto les voy a cobrar $200 pesos la clase por alumna.

– Hijo, ¡eso me parece una idea maravillosa!

Desde ese día, mi hijo es mucho más consciente del trabajo que cuesta ganar el dinero, de cómo se administra una casa, aprendió a generar y sentirse capaz.

Lo que yo hice no tiene nada de extraordinario, solo trabajo personal y seguir unas reglas que he establecido:

1.- No engancharme en el enojo.

2.- Distancia crítica, tomarme el tiempo suficiente para tranquilizarme.

3.- Seguir mi intuición y creatividad para poner una consecuencia.

4.- Mi consecuencia tiene que ayudarle a crecer y no desgastar la relación.

Lo que yo hice, puedes hacerlo tu también, pero lo satisfactorio e increíble, es ver que un adolescente puede responder si nosotros estamos en nuestro centro, si trabajamos en nosotros mismos, si confiamos en nuestra intuición y sabiduría interior.

Ven, ¡atrévete!, te invito, yo puedo enseñarte algunas herramientas que yo misma he puesto a prueba y en práctica.

No olvides que tu hijo es tu más sabio maestro. Ámalo cuando menos creas que se lo merece, porque es cuando más lo necesita.

Ana María Arizti

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