Desarrollo de un bebé semana a semana
La formación de un bebé no solo es anatomía, tienen que ver las experiencias de los padres, la psique de ambos, los sentimientos de mamá… una mágica aventura que nos acerca al milagro cotidiano
¿Estás embarazada?, esto te interesa… te contamos sobre el desarrollo de un bebé semana a semana…
Existen múltiples teorías acerca de la formación de la personalidad de un individuo. Algunos teóricos consideran que, por un lado, la psique se estructura desde el nacimiento hasta el último respiro de una persona; otros, por otro lado, afirman que las actitudes se van desarrollando desde el vientre materno.
La realidad es que la suma de ciertos factores, como la aceptación de la madre hacia el embrión, las experiencias a lo largo de vida y el desarrollo de herramientas para enfrentar situaciones críticas, son los potencializadores de una personalidad en específico –este conjunto dinámico de características psíquicas de una persona, las cuales determinan las actitudes y conductas de las personas según las circunstancias determinadas–.
Por ejemplo, la teoría psicosocial de Erik Erikson explica que el o la niña pasa por ciertos estadios a lo largo de su vida, en los cuales tiene que enfrentarse ante ciertos eventos que desencadenan sensaciones de confianza y desconfianza, autonomía y vergüenza o duda, entre otros.
Hay otra teoría que afirma que algunos factores durante el embarazo pueden impactar en la manera en que uno se sabe viviendo la vida. Y es que hay determinados momentos a lo largo de esos nueve meses en que el bebé comienza a adquirir una personalidad predominante:
A los cero días de engendrarse, el óvulo maduro flota hacia la apertura de las trompas de Falopio, en donde se ve rodeada de espermatozoides presentes tras un acto sexual. Un total de 250 millones de estos pequeños renacuajos de semen se lanzan en una carrera en donde sólo puede haber un ganador: este es un momento crítico pues, al momento en que un espermatozoide atraviesa la suave membrana del óvulo, ésta detona unos gránulos diminutos para endurecerse y evitar la penetración de otro espermatozoide. A partir de aquí, una nueva vida se empieza a forjar: el espermatozoide determina el sexo del embrión –si contiene un cromosoma X, será mujer; si contiene Y, será hombre. Es decir que el esperma del padre, combinado con el óvulo de la madre, crean una nueva colección de genes, los cuales se expresarán a lo largo de los nueve meses del embarazo.
A los seis días, el embrión apenas es un manojo de células siendo transportado al vientre de la madre para continuar desarrollándose. Para ello, el embrión necesita implantarse en el revestimiento de la matriz, con la condición de que sea saludable para poderlo nutrir durante nueve meses. Cerca de 70 por ciento de los embriones no superan esta etapa y se pierden, con frecuencia, antes de que las madres sepan siquiera de su existencia. En caso que el embrión se implante, sus células liberan una señal química en las que señalan que se está desarrollando apropiadamente.
A las cuatro semanas, el cuerpo y las extremidades empiezan a tomar forma, así como las características más reconocibles están a punto de moldearse. Por ejemplo, las 14 estructuras diferentes del rostro se unieron e hicieron un andamio para unas capas intrincadas de tejidos. Los genes que crean un rostro se activan y desactivan en diferentes ocasiones, y mucho depende del momento preciso en que lo hicieron durante este proceso: “Los científicos piensan que puede haber cientos de ‘interruptores’ en tu ADN que cuidadosa y sutilmente coreografiaron la formación de tus facciones. […] Apenas hace cuatro semanas, el embrión era del tamaño de la pepita de una manzana. Luego, los genes heredados de nuestros antiguos ancestros del mar se encendieron y crearon estructuras similares a las agallas llamadas arcos branquiales. Estos se tornaron en parte de tus oídos, mandíbulas y garganta.” La formación final del rostro sucede hasta aproximadamente la octava semana.
A las onceava semana las extremidades, ya formadas, empiezan a moverse y a estirarse. Apenas se empezó a preferir un lado sobre el otro. Posiblemente el ahora feto empezó a estirar un brazo más que otro, a chuparse un dedo en particular. De hecho, nueve de diez fetos son diestros; el restante, escoge la izquierda como principal herramienta; y menos del 1 por ciento son ambidiestros. Esta preferencia se debe principalmente a los genes… Por cierto, de acuerdo con datos arqueológicos, los zurdos tenían más posibilidades de sobrevivir y pasar sus atributos a la siguiente generación, en comparación con los diestros.
En esta etapa no sólo el movimiento se desarrollaba, también otros rasgos: las capas de la piel que cubren los dedos empezaron a arrugarse por el contacto con el líquido amniótico. Esta interacción con el ambiente ayudó a moldear una combinación única de arcos, espiras y rizos en las yemas de los dedos. A la diecisieteava semana ya tienes un set de 10 huelas digitales que te distinguen de las otras millones de personas en el mundo.
A la catorceava semana, el cuerpo va desarrollando el sistema inmune distintivo. Se comienza a producir antígenos leucocitarios humanos (HLA, por sus siglas en inglés), los cuales ayudan al sistema inmune a reconocer bacterias y virus. Hay miles de combinaciones posibles de HLA, las cuales determinan el aroma que despedimos y las parejas sexuales que podemos llegar a preferir en nuestro futuro: “Eso indicaría que los padres quizás elijan sin saberlo a parejas que tengan defensas distintas a las de ellos para así crear hijos más resistentes a las infecciones.”
A la quinceava semana, el cuerpo ya contaba con genitales femeninos o masculinos los que se determinaron por la cantidad de testosterona que recibió el feto a la octava semana. Ahora, en esta nueva etapa, el cuerpo recibe una segunda dosis que contribuirá a moldear el cerebro: “A partir de las 15 semanas, los fetos femeninos reciben una dosis de testosterona de su mamá y su glándula suprarrenal. Pero esta es notablemente más baja que la que producen los testículos para los fetos masculinos.” Esta dosis de hormona coincide con el momento en que se están desarrollando las partes del cerebro que conforman la personalidad, de manera que los efectos de la testosterona pueden ser significativos: “Se piensa que la exposición a altos niveles de testosterona contribuye a adquirir conductas “más masculinas”, como ser más arriesgado. Curiosamente, quienes reciben más testosterona en el vientre tienen el dedo anular más largo que el dedo índice.”
A las vigésima octava semana, el cuerpo y el cerebro ya están bien desarrollado: ya se cuenta con dos células cónicas detectoras de color produciendo pigmentos que logran distinguir longitudes de ondas cortas (azul), media (verdes) o largas (rojas) de luz: “La mayoría de las personas pueden detectar 10 millones de colores distintos cuando nacen. Pero el 8{34a698e907b8d6c8957c8a51888731b5cd917852059d33ee997608a9c59bd735} de los hombres y el 0,5{34a698e907b8d6c8957c8a51888731b5cd917852059d33ee997608a9c59bd735} de las mujeres nacen daltónicos, sin todos los pigmentos necesarios.”
A la trigésima séptima semana, el cuerpo ya cuenta con miles de millones de células. El tamaño al nacer depende de la raza, el sexo y los genes; sin embargo, los factores externos, como la dieta de la madre, niveles de estrés, estilo de vida, etcétera, juegan un papel importante. De hecho, se cree que el ambiente del vientre materno tiene el poder de cambiar los marcadores químicos de ADN que controlan la manera en la que los genes fueron encendidos y apagados a medida en que se crece.