¿Qué representan para nuestros hijos sus amigos imaginarios?
Los amigos imaginarios representan un proceso de adaptación a la realidad, a través de la fantasía, un indicador del desarrollo independiente de un niño, una manera de expresar las emociones durante tiempos difíciles.
Cuando un niño tiene un amigo imaginario, la mayoría de los adultos de su alrededor se pregunta acerca de lo que implica ese fenómeno: ¿con quién está hablando?, ¿cuál es su relación con ese “amigo”?, ¿es solo una manera de llamar la atención?, ¿hasta qué edad puede tener un amigo imaginario?, entre otras más.
Al preguntarle a algunas mamás sus opiniones acerca de estos personajes ficticios, las respuestas fueron variadas: unas acordaron en que eran espíritus que cuidaban a los niños; otras dijeron que se trata de una etapa de crecimiento; unas cuantas comentaron que estaban asustadas por la salud mental y emocional de sus hijos; y hubo también quienes se sentían un poco más tranquilas desde haber visto caricaturas televisivas cuyos protagonistas eran amigos imaginarios.
¿Qué dicen los expertos de la salud acerca de este fenómeno?
Un amigo imaginario es un personaje ficticio creado y mantenido por un niño. A veces, estos seres fantásticos llegan a tener diferentes personalidades, comportamientos y pensamientos; los cuales dependerán del papel que su creador les ha asignado. Por consiguiente, se trata de una expresión emocional y psicológica del niño, donde se pueden conocer sus sentimientos, miedos, aspiraciones, ansiedades o experiencias.
Desgraciadamente, durante muchos años se creyó que los amigos imaginarios eran síntomas de inseguridad y de una latente neurosis, generando un halo de preocupación y prejuicios en contra de los niños con este tipo de compañeros. También se llegó a decir que eran el resultado de una constante soledad en que vivían los infantes.
Para romper todos estos mitos de los amigos imaginarios, la psicóloga educacional Karen Majors, del East London Consortium para psicólogos y del Instituto de Educación, se ha encargado de hacer investigaciones respecto a este tema. Ella comenta que estos personajes ficticios aparecen en un amplio rango de disfraces, los cuales son pequeñas versiones de los mismos niños. Humanos o animales, estos amigos imaginarios están basados en las experiencias y conocimientos de sus creadores; por consiguiente, pueden ser personajes de televisión o personas reales a quienes conocieron, con una variedad de comportamientos, de pensamientos, de sentimientos.
Un dato interesante es que, según Marjorie Taylor, de la Universidad de Oregon, mientras que las niñas tienden a inventar compañeros de juegos que pueden cuidar, los niños personalizan figuras imaginarias que pueden encarnar sus propias aspiraciones.
Por el otro lado, el psicólogo Heinz Hartmann pone en relieve la importancia de la fantasía en el proceso de aprendizaje de los niños. Para él, la educación se construye cuando se superan los problemas o conflictos, y se alcanzan ciertas metas en el ámbito didáctico; y para cumplir con esos requisitos, a veces la fantasía puede ser un gran apoyo durante el procedimiento:
Aunque la fantasía siempre implica un apartamiento inicial respecto de una situación real, también puede ser una preparación de la realidad y puede conducir a dominarla mejor. La fantasía puede llenar una función sintética al vincular provisionalmente nuestras necesidades y metas con modos posibles de satisfacerlas y alcanzarlas. […] La acción afectiva de las fantasías impulsa el dominio de la realidad.
En conclusión, podemos decir que los amigos imaginarios representan un proceso de adaptación a la realidad, a través de la fantasía, un indicador del desarrollo independiente de un niño, una manera de expresar las emociones durante tiempos difíciles.