“Se necesita una tribu para educar a un niño”

“Se necesita una tribu para educar a un niño”

Cada niño es un pequeño pero infinito contenedor para llenar de conocimiento, de enseñanzas, que además tiene mucho que dar.

“Se necesita una tribu para educar a un niño”… Esta frase es un proverbio africano que no deja de ser vigente y atinado. Lo traigo a la atención de todos porque la realidad es que a veces la maternidad y la paternidad pueden resultar en cierto grado solitarias, aislantes, cansadas y no siempre fáciles.

No me refiero solo al contexto complejo de la responsabilidad física y emocional que significa cuidar de un bebé o de un niño (o de varios), me refiero a la amplitud que representa en el tiempo, en el espacio, en la mente y en el corazón de quienes tenemos esa responsabilidad.

Criar a un bebé o a más requiere de mucho en muchos sentidos, es una tarea infinita, que no tiene un tiempo determinado para cumplirse. Cuando una se convierte en madre, la transformación es para toda la vida (llegue o no ese hijo a nuestros brazos), sea nuestro hijo carnal o no. Lo mismo le sucede a papá. La médula ósea de esa maternidad y de esa paternidad reside en la crianza.

Personalmente soy de la idea (comprobada en mi propia experiencia) de que ser mamá no es un capítulo color de rosa en el cual todo es armonioso y sencillo, al contrario, al menos para mí ha representado hacer ajustes, malabares y actos de equilibrio físico, mental y emocional en diferentes momentos, sin embargo; he tenido la fortuna de elegir y aceptar hacer esos ajustes con toda voluntad. He aprendido muchas cosas en el camino y estoy cierta de que este viaje de aprendizaje será tan largo como la crianza que tengo a cargo hasta ahora de tres hijos. Escribir para mamás y para papás no es sencillo, porque no siempre se tiene el consejo, la recomendación, los pasos a seguir o la fórmula mágica para que todo fluya. Creo en cambio, que tratándose de crianza, lo que mas aporta es la experiencia, la que cada uno tengamos para ofrecer, porque cada bebé que llega a nuestra vida y que nos rodea es único y distinto de otro y todos, sí, todos aquellos que seamos más adultos que ese niño, tenemos responsabilidad y ojalá también, algo amoroso que aportar en su crianza.

Cuando hablo de crianza me refiero a la contención, a la formación, a la educación, a la guía, a la protección, a la defensa, a la orientación, al sostén… a todas las cosas que pueden integrarse a la vida de un niño y que nos corresponde dar y hacer o no hacer a los adultos. “Se necesita una tribu para educar a un niño”…, ¡Hace tanto sentido!, un niño es un lienzo en blanco, un ser inocente y abierto a toda experiencia y aprendizaje por venir, un ser amoral pero lleno de emociones y sentimientos. Cada niño es un pequeño pero infinito contenedor para llenar de conocimiento, de enseñanzas, que además tiene mucho que dar.   

¿Y quiénes integran nuestra tribu en estos tiempos? por principio natural nuestra familia más cercana, pero no siempre está disponible por distancias o por otras circunstancias, entonces está nuestra familia extendida, nuestros amigos, vecinos, maestros, personas conocidas de nuestra comunidad, otras madres y otros padres que están atravesando o que han atravesado el mismo viaje que nosotros y las personas que se interesen en nosotros y en nuestros hijos de manera genuina y respetuosa aún cuando no tengan hijos propios. En una tribu de manera tradicional existen roles asignados a cada persona según su género, sus habilidades, su experiencia, si eso lo trasladamos a nuestros tiempos, la tribu funciona con grados distintos de especialidad, pero todos tienen algo que aportar. 

Criar en tribu es sumar, es aportar de manera efectiva, no queremos rodearnos de personas que nos critiquen o nos juzguen, queremos estar cerca de quienes nos apoyen y a quienes también podamos soportar cuando lo necesiten. Criar en tribu es no emitir juicios; es aceptar lo que es, lo que hay y dar en ese contexto. En una tribu todos tenemos algo que enseñar y algo que aprender. Si nuestros bebés y nuestros niños están contenidos de esa manera tendrán mucho mejores oportunidades y opciones para nutrirse: física, intelectual, espiritual y emocionalmente. Tratar de vivir en tribu nos enseña la solidaridad de manera natural, la cooperación en comunidad.

Contar con una tribu aliada nos ofrece una red de apoyo para que conciliar nuestras múltiples responsabilidades sea un poco mas sencillo y para sentirnos acompañados en el trayecto, para compartir las alegrías, para repartir las preocupaciones y las penas y para resolver de mejor manera el día a día. Tener una tribu nos hace humildes, agradecidos, porque se aprende a pedir, a ofrecer y sobre todo a agradecer la ayuda y el apoyo.

Si tenemos una tribu estamos de gane, si no la tenemos podemos integrarla, construirla, agregar a otros que no la tienen y ayudarnos entre todos, para que ninguno a casi ninguno tenga que hacer estos malabares que se piensan imposibles, para que los mas puedan participar en la comunidad alrededor de nuestros hijos, porque entonces todos harán un poco para que esa soñada armonía se instale un poco más cada vez y sean menos las decisiones que nos hagan renunciar a ciertas cosas porque no se puede tenerlo todo, así, en comunidad, en tribu, las elecciones pueden ser menos radicales, pueden convertirse en posibilidades respaldadas por el compromiso de saber dar y de aprender a recibir.

Criar en tribu nos ayuda a deshacernos del ego, dejamos de centrarnos en lo que nos pasa a nosotros y reconocemos lo que vivimos varios y con esa empatía logramos mas. Unas veces nos tocará apoyar, otras seremos nosotros los apoyados y así todos ganamos.

Decir tribu puede interpretarse como una multitud, pero no tienen que ser un ejército de personas, una red básica y cercana, que sea de confianza será suficiente. Lo que le funciona a uno puede que no le funcione a otro pero se trata de compartir, algo habrá que podamos integrar a nuestra crianza y algo habrá que podamos darle a otros, así generaremos un sentimiento de utilidad, será poco probable quedar rebasados por nuestra responsabilidad porque existirá la posibilidad de ser sociales al maternar, al criar, recordar que somos capaces de vivir en manada y que hasta lo necesitamos, ello hará mas natural, libre e intuitiva nuestras decisiones al criar, porque no estar solos nos hace sentirnos seguros y así no será caótico encontrar tiempos para cargar, arrullar, besar, jugar, educar, alimentar, cambiar, guiar, formar, dar teta… etc., habrá algunas cosas que otros les den a nuestros hijos y eso siempre suma, los niños serán considerados realmente “nuestros”, los niños de todos que representan los próximos adultos y el ideal es que crezcan nutridos y seguros, lo cual definitivamente facilitará nuestra tribu.

Los niños son agradecidos por naturaleza, suelen disfrutar casi todo lo que les de bienestar y tener una red de amor a su alrededor potenciará sus opciones y los protegerá algunas veces (cuando sea posible) del ritmo imparable en el que a veces vivimos, los niños necesitan crecer a su propio ritmo y la tribu permite que esa posibilidad exista. 

Twitter Karla Lara @KarlaDoula

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