Ser mamá es tanto...
Las madres somos mujeres con intereses diversos, con historias personales propias, con aspiraciones y habilidades que existen antes de nuestros hijos y que pueden perfeccionarse o incrementarse con su llegada. Ser madre nos permite participar de la vida de otro ser, observar y aprender de su propia existencia.
Ser mamá es tanto… Mayo es el mes por excelencia para pensar en mamá… alrededor de la celebración del Día de las Madres me he puesto a reflexionar sobre la manera en que los medios de comunicación nos recuerdan y piden reconocimiento para esta labor y la importancia que representa que este rol no sea invisible a los ojos de las personas que rodean a las madres, sin pasar por alto que de esto se ha hecho todo un evento comercial.
Definitivamente si creo que hay muchas cosas que hacemos las madres que todavía no se reconocen lo suficiente y no me refiero al reconocimiento que merece premio o incentivos, sino al simple hecho de conocer y saber que hay detrás de ser mamá.
Mi propia experiencia me ha enseñado que la maternidad no es color de rosa, es decir; tiene muchos matices que pasan por todos los colores del arco iris según las vivencias y los aprendizajes que tenemos con nuestros hijos, ya que al ser madres tenemos experiencias sublimes y otras que pueden resultar sumamente difíciles y probablemente poco envidiables, pero todas ellas son parte de ser mamá. Reconozco que la maternidad poco tiene que ver con la imagen de belleza y perfección que se vende alrededor del 10 de mayo, pero tampoco estoy de acuerdo en que la maternidad está representada por la abnegación o la sumisión.
Lo que no me gusta (personalmente), es la manera en que se tiñe de sacrificio el ser madre. Quiero explicarme mejor, no me parece adecuado relacionar los sacrificios y las renuncias que puede hacer una mamá para calificarla de buena madre, estas situaciones que nos quieren hacer pensar que las madres, las buenas madres; no comemos o comemos pésimo, que no dormimos, que nos pasamos el tiempo recogiendo todo lo que nuestros hijos tiran, que solo vivimos exclusivamente para nuestros pequeños, pensando en lo que quieren o deben de comer, en que hacer para hacerlos felices y complacerlos, que no tenemos tiempo para nosotras y que sobrevivimos muy contentas al ver una sonrisa dibujada en la cara de nuestros hijos después de infinitos sacrificios y privaciones para nosotras mismas o de renunciar a todo lo que nos gusta. No estoy de acuerdo.
En la vida diaria las madres antes y además de ser mamás somos mujeres, y por eso desempeñamos muchos roles. Es verdad que cuando se tiene un hijo o mas se adquieren nuevas responsabilidades, que nuestra vida tiene muchas mas actividades que antes, que tenemos o deberíamos de tener mas consciencia de cada uno de nuestros actos y acciones porque nuestros hijos nos observan todo el tiempo, pero nada de eso debería implicar tener que hacer sacrificios. La maternidad cuando se asume con consciencia y ganas no debe ser una renuncia constante, un sacrificio continuo (aún cuando la palabra sacrificio derive en sagrado), ni el sometimiento a los deseos y necesidades de otros antes que las nuestras.
Soy mamá de cuatro y doy la vida por mis hijos, pero antes de ellos tengo una vida propia que me pertenece, de la que soy creadora y que me define como persona y que eventualmente, mis hijos observarán desde afuera, si es verdad que he hecho muchos ajustes en mi vida desde que soy mamá pero los he hecho con convicción, por elección, he dejado de hacer ciertas actividades y cambiado muchos de mis horarios, pero lo hago con gusto, con lo cual, no lo sufro; mi cuerpo ha cambiado, mi pensamiento y mis emociones se han transformado, pero todo ello es consecuencia de mi evolución como persona dentro de la cual, también soy madre: sí, también soy mamá, pero no solo soy mamá. Y es que me parece importante que desde que elegimos ser madres tomemos consciencia de la responsabilidad que adquirimos y de las satisfacciones y preocupaciones que vendrán acompañando el resto de nuestra vida junto con nuestros hijos, pero eso no significa que una vez que nos convertimos en mamá dejamos de ser todo lo que éramos antes, me parece importante sumar en nuestra vida este nuevo rol que nos hace crecer el alma, el corazón y nuestra perspectiva.
Es fácil caer en la tentación de pregonar o de adoptar este rol de mamá abnegada, dedicada…, es fácil porque podemos enseñar todo lo infinito que es el quehacer de una madre, pero ser mamá no es un trabajo y sí puede ser un placer, un placer que a veces cansa, que tiene muchos retos, que requiere varias habilidades, algunos esfuerzos y dedicación y que trae también muchas satisfacciones, pero asumir este rol con la convicción de que vivimos solo para nuestros hijos me parece que fomenta la imagen sumisa de las mujeres, la desigualdad de género, que favorece la cultura de sometimiento y que puede llegar incluso a deslindarnos de ciertas responsabilidades, porque las madres somos adultos que tomamos decisiones todos los días, unas veces acertadas, otras no tanto y el descansar toda la toma de decisiones en base a nuestros hijos nos quita la responsabilidad de nuestros actos, sembramos la semilla del chantaje porque eventualmente nosotras mismas llegamos a creer que “todo lo hemos hecho por los hijos, que todo lo hemos dado por los hijos, que por los hijos hacemos o dejamos de hacer, que por los hijos renunciamos a ciertas cosas…”, etc., sí, es claro que muchas de nuestras definiciones y elecciones de vida después de ser madres y padres tomarán en cuenta a nuestros hijos, porque queremos condiciones apropiadas para su felicidad, salud, crianza y desarrollo, pero no debemos fundar todo nuestro proceder en nuestros hijos, al menos creo que no es lo mas sano emocionalmente
Las madres somos mujeres con intereses diversos, con historias personales propias, con aspiraciones y habilidades que existen antes de nuestros hijos y que pueden perfeccionarse o incrementarse con su llegada. Ser madre nos permite participar de la vida de otro ser, observar y aprender de su propia existencia, pero no debería limitar nuestro crecimiento personal, al contrario, es un perfecto motivo para ser mejores personas, para hacer todo lo que ya existe en nuestra vida con mas placer, con mas entrega, porque nuestro actuar, nuestro pensar, nuestro decir y nuestro sentir son y serán referente para nuestros hijos y si tenemos eso en cuenta, si nosotras nos sentimos plenas y felices con lo que hacemos, con nuestros logros, con las personas que somos, transmitiremos esa plenitud a nuestros hijos y nos podrán observar como personas integrales, con sueños propios, con intereses, placeres y preocupaciones propias de ser personas y no solo como madres.
Sí, es verdad que la maternidad requiere de mucho en todos los aspectos, pero la paternidad también y así muchos otros roles en nuestra vida, involucrarse con los hijos es necesario en todos los sentidos, darles amor, tiempo, enseñanzas, compartir con ellos, es algo en común en madres y padres, querer y buscar lo mejor para nuestros hijos también lo es; pero reconocer que madres, padres e hijos somos seres independientes con vidas propias puede mejorar nuestra relación de familia en muchos sentidos, porque los padres no estaremos para vivir a través de los hijos, ni los hijos lo harán a través de los padres, cada uno buscará su felicidad para compartirla, así formaremos y criaremos en comunidad, en familia, sin que recaiga toda la carga de un solo lado y si es necesario que sea así, para que este rol de ser mamá no sea con la carga de sacrificio y abnegación que tradicionalmente se le da, en el que las mamás todo lo son y lo hacen para los hijos, en el que aparentemente las madres no tienen ni quieren mas cosa que hacer que los hijos.
Como doula he tenido la oportunidad de conocer a muchas mujeres diferentes que se convierten en madres, algunas madres de uno, otras madres de muchos, muchas con trabajo fuera y dentro de casa, mujeres que se desplazan y viajan lejos de sus hijos o con ellos, mujeres que viven lejos de su país de origen, madres solteras, madres que comparten su maternidad con el papá de sus hijos, madres que además son ejecutivas, atletas, artistas, amas de casa, mujeres de trabajo, maestras, creativas, por poner algunos ejemplos, pero sin lugar a dudas todas ellas guerreras y he observado que cuando se abraza la maternidad con amor no hay lugar para el sacrificio, porque se vuelve algo mas que “queremos y deseamos hacer” en nuestra vida, sí, la maternidad y la paternidad requieren espacio y tiempo y tampoco cabe en ellos el ego, pero deja espacio, si lo queremos, para hacer lo que amamos además de criar hijos, permite buscar el equilibrio entre las cosas que hacemos y el cuidado de nuestros pequeños, si nos mantenemos como seres felices enseñamos la felicidad, si nos apasionamos con lo que hacemos además de ser madres, enseñamos la pasión, y así se vuelve infinito el dar desde la entrega amorosa y respetuosa, sin hacer de la maternidad la entrega sumisa y abnegada.
Claro que me gusta el reconocimiento de las cosas que hago, incluso sobre lo que hago al ser mamá, pero el reconocimiento no me hace mejor o peor persona, porque lo que hago y lo que doy trato de hacerlo y de darlo con amor, no espero que mis hijos agradezcan cada cosa que hago por ellos o para ellos, espero en cambio que sean seres felices, espero que me reconozcan no como madre, sino como mujer, espero que piensen en mí no solo por cuidarlos o darles de comer o jugar con ellos, sino también por amar mi trabajo, o por leer un libro, o ponerme linda o por como salí de una crisis, por hacer un deporte, etc., me gustaría que me recuerden siendo parte de su vida pero con el conocimiento de que tengo una vida yo misma, es decir; el reconocimiento que a mí me gusta reside en el hecho que yo tengo mucho que hacer y mucho que dar y que cada cosa que decido hacer o no hacer es porque quiero o no quiero y no siempre por mis hijos, que yo soy responsable de mis elecciones y que siempre los tomo en cuenta para hacer el balance de mis alternativas y así trato un día cada vez de disfrutar mi rol de mamá y trato de hacerlo mejor, porque no siempre lo logro y porque repito, ser mamá no siempre es fácil, pero si me equivoco y ellos saben y me reconocen como persona será más sencillo que entiendan que soy falible, que cometo errores, que a veces lo hago mal, que tengo momentos de frustración, que también lloro y que tengo miedos, que no soy perfecta y que no solo vivo para ellos y que en cambio complementan mi que vida en todos los sentidos, que me busco una felicidad propia de la que ellos no son responsables, que tengo intereses y pasiones por los que me gusta esforzarme y plantearme metas y en los cuales puedo hacerles participar en cierto modo, si ellos saben esto, me reconocen, saben que soy su mamá una mujer con muchas facetas y mi parecer es que cuando ellos elijan ser madres y padres lo harán desde la libertad de seguir siendo siempre personas.
Termino esta nota reconociendo siempre la labor incansable de las madres y no un solo día, sino todos los días, reconociendo a las madres que se atreven a serlo desde la médula, desde el corazón, desde los sentimientos y las emociones que nos sobrepasan muchas veces al día, las que no tienen miedo de decir que tienen miedo y que reconocen que a veces no sabemos como hacerlo, a las que saben que hay días buenos y malos y que eso no las define como madres, mi reconocimiento también a todas las personas que aman, maternan y cuidan a los bebés y niños de los cuales no son sus madres, pero que crían y forman incluyendo y reconociendo a los padres, mi reconocimiento a las mujeres en su rol de creadoras, poderosas, dadoras de vida, fuertes, soñadoras, voluntariosas, emprendedoras, trabajadoras, a todas las mujeres que además son madres y que además de madres, siempre serán mujeres, mi reconocimiento a las mujeres que disfrutan su maternidad en todos sus colores y formas todos los días, aún cuando no es sencillo, aún cuando no es fácil, pero eligiendo ser felices y plenas alrededor de ello.
Karla Lara
Twitter de Karla Lara: @KarlaDoula