#SEXTING ¿Sabías que tu hij@ adolescente envía mensajes eróticos a sus "amig@s"?
Es indispensable dar a conocer, en pequeños pasos, cómo la sexualidad forma parte de nuestra vida diaria: mientras que en la infancia se necesita distinguir entre hombres, mujeres y métodos para cuidar a sí mismo a nivel físico como emocional, en la adolescencia se requiere información fidedigna acerca de las virtudes y riesgos de la vida sexual.
¿Recuerdas “tu primera vez”? Se suponía que debía ser una ocasión perfecta donde te mostrabas sin máscaras con aquella persona especial. Desgraciadamente la realidad dista de este ideal asociado con la primera vez que se pone en práctica esta parte de la sexualidad.
Si bien nos va, cuando pensamos en aquella ocasión, sólo sentimos cierto bochorno causado por la pena; en otras, risas nerviosas relacionadas con la inocencia e inhabilidad por parte de ambos miembros; o inclusive, decidimos alejar esos pensamientos al ser dolorosos o incómodos. Cada una de estas reacciones acerca de las prácticas sexuales influyen en nuestra concepción actual de la sexualidad, así como en el modo en que transmitimos estas nociones a lo largo de nuestra vida.
La sabiduría popular explica que “cada uno habla de la feria como le va en ella”, por lo que cada individuo expresará, a su manera, sus experiencias asociadas a saberse hombre o mujer, a su erotismo, a su (re)productividad trascendental (dígase con hijxs o proyectos), y a sus vínculos afectivos. Y habrá ocasiones en que, por miedo, pudor o traumas, se rechace la comunicación o expresión de esta parte tan significativa de nuestro ser, dificultando así una parte de la educación vivencial de los hijxs.
De modo que, ante la ausencia de recursos para expresar y transmitir ciertas nociones indispensables de la sexualidad, lxs hijxs crecen de acuerdo con premisas ajenas a la familia, provenientes de los medios de comunicación (como la televisión, revistas, periódicos, radio o internet), cantantes, figuras públicas, amigos con creencias erróneas al respecto, etcétera.
Basta con prender la televisión y ver cómo se sexualizan algunas partes específicas de los cuerpos tanto de los hombres como de las mujeres. Mientras que el cuerpo de la mujer se escindió en senos, cadera y trasero, el del hombre se enfocó en brazos, abdomen y traseros cargados de tono muscular. Por consiguiente, la facilidad de visión de estas zonas en específico se convirtió en el principal enfoque de la televisión.
¿Las consecuencias?
Esta sexualización de las partes del cuerpo manda un mensaje no tan evidente: el único método de lograr que alguien se sienta atraído hacia uno es a través de esta fetichización del cuerpo. Esta información llega a nuestros pequeños preadolescentes, quienes no cuentan con la información adecuada (debido a la falta de comunicación) para comprender su sexualidad de manera saludable. De modo que, al recibir estos testimonios brutos, ellxs le dan significados que adecuarán a sus respectivos cuerpos y estilos de vida.
La suma de estos factores, el de la exposición a la crudeza y a la falta de educación sexual, genera falsos esquemas acerca del verdadero objetivo de la práctica de la sexualidad.[1] Por lo que, las prácticas sexuales de estos chicxs están empezando cada vez a edades más tempranas; se potencializan las miradas coquetas, los mensajes de texto con propuestas atrevidas, las fotografías de sus respectivas zonas erógenas (sexting), e inclusive relaciones sexuales sin un debido cuidad, higiene ni atención, etcétera. En consecuencia, se inicia una vida activamente sexual ignorando lo que se es un hombre, una mujer, el genero, el cuidado del cuerpo de uno y del otro, el descubrimiento de sensaciones, de emociones, de erotismo, de sensualidad, de goce, de autoconocimiento, de sanación, de placer.
¿Las niñas que envían fotografías comprometedoras están siendo explotadas sexualmente? ¿Sólo están experimentando? ¿El sexting causa un daño irreparable en los niños? Y en caso de ser cierto, ¿a ellos les importa?
La rapidez con que lxs niñxs incorporaron su vida a la accesibilidad tecnológica, tomó a los adultos por sorpresa. De modo que, antes de poderles enseñar sobre los avances tecnológicos, olvidamos educarlos en el indispensable arte del cuidado personal. Por lo que, ante la ausencia de información afectiva acerca de la sexualidad, lxs niñxs absorben aquello que tienen a la mano: la crudeza sexual de los medios de comunicación. Situación que se agrava cuando se ignoran los derechos sexuales y humanos de las personas, al momento de dar a conocer públicamente imágenes, textos o videos sin el consentimiento de ambos miembros de la relación. Y así, se deja la puerta abierta a la violencia en la pareja, en la familia y en la escuela.
Por ello es indispensable dar a conocer, en pequeños pasos, cómo la sexualidad forma parte de nuestra vida diaria: mientras que en la infancia se necesita distinguir entre hombres, mujeres y métodos para cuidar a sí mismo a nivel físico como emocional, en la adolescencia se requiere información fidedigna acerca de las virtudes y riesgos de la vida sexual.
[1] Actualmente, el promedio en que un individuo inicia su actividad sexual es a los doce años.