El postparto: un tiempo sin tiempo

El postparto: un tiempo sin tiempo

Tengo 4 hijos y he vivido 4 postpartos. Ese al que yo llamo “el tiempo sin tiempo” que viven miles de otras mujeres en todos lados. Cada puerperio mas en mi centro, en plenitud, gozando literalmente la delicia que es un recién nacido y mi vida de pausa y caos al mismo tiempo. Segura estoy de que cada embarazo es distinto incluso en la misma mujer y también lo es cada postparto. Segura estoy también de que el nacimiento nos deja abiertas, emocional, espiritual y físicamente, luego el período del regreso, de la contención, de volver a ser nosotras, esas, las de nunca antes…

Y con cada hijo se vive un postparto, un crecimiento del cuerpo, del alma, de la mente y del espíritu: toda una transformación y llega el momento en el que queremos reconocernos frente a un espejo y no somos mas nosotras, hemos cambiado, se nos ha transformado la esencia, nos ha cambiado la vida, el cuerpo, el sueño, los proyectos, las aspiraciones, las necesidades, todo es diferente, nuevo o no…, siempre es distinto. Y estamos mas mamíferas que siempre, habitando nuestro cuerpo, nuestros fluidos, nuestras lágrimas, dialogamos solas con nuestros pensamientos, con nuestros recuerdos de infancia, con nuestros ritmos rotos, interrumpidos, empezamos a notar que no nos pertenecemos mas, que somos de un amor ajeno, incondicional, indescriptible…, del amor de los hijos. Ahora no somos mas las hijas, ahora somos la madre, la madre de un niño, de una niña o de más…, ahora somos nosotras en otra piel, en la piel de una madre que se la arranca para proteger a su cría, queremos marcar nuestro territorio, tener cerca al padre cuidador, protector, proveedor, queremos enseñar nuestro tesoro al mundo y al mismo tiempo lo queremos solo para nosotras. Queremos maternar entre leche, besos y abrazos, y en los huecos se cuelan los horarios marcados, las rutinas por cumplir, las responsabilidades que concretar…, ¿qué malabares hacemos las madres para cumplir con todo y con todos?, encima tenemos todas las palabras que nos encuentran como blanco perfecto para decirnos qué hacer o qué no hacer con un recién nacido…, la compañía falta y la compañía sobra…, queremos todo el amor que nos haga falta de golpe, en una mañana, en una tarde, en medio de la noche, un abrazo en silencio o unos oídos atentos a todos nuestros recientes descubrimientos, queremos acomodar las emociones como se acomoda un cajón lleno de cosas valiosas, que se limpia y que se ordena, que resguarda lo íntimo, lo secreto…

Se nos atraviesan los pendientes, lo cotidiano, los otros hijos, la pareja, la madre  el padre que ahora son abuelos…, el trabajo o la escuela y nos cruzan por enfrente…, a veces no les dirigimos ni la mirada, es que nuestros ojos están inmersos en la magia de un recién nacido, un ser que hicimos, que nos habitó, que nos volvió madres, que acaba de nacer junto con nosotras a esta nueva vida, somos recién nacidas también, vulnerables y empoderadas, por que si algo es contradictorio en el sagrado femenino es el postparto, es agudo, es intenso, es profundo, se navega con un bebé en brazos, a cargo de un barco que a veces lleva toda una carga preciosa que depende de nosotras…, en un mar que pocas veces es calmo y nosotras no tenemos cabeza ahora, solo tenemos corazón, tenemos cuerpo, tenemos instinto, tenemos un alma en vela, un tercer ojo atento y un cuerpo cerrando de a poco…, estamos de regreso de un estado alterado de consciencia que nos ha revelado verdades, secretos de años, certezas ancestrales y queremos protegerlas y también queremos difundirlas…

El puerperio es agudo porque lo que hemos hecho en un promedio de 37 a 42 semanas se reduce para los demás a un bebé en brazos, que debe o debería significar toda la felicidad de cada mujer que lo ha tenido…, pero el puerperio no es solo ese bebé, no se puede resumir, no se puede platicar. 

En el postparto podemos vivir toda la plenitud, mieles no probadas antes: como un descanso con nuestro bebé en brazos, o puede ser un tormento cuando no sabemos que hacer con ese bebé en brazos. Es verdad que los hijos vienen a ser nuestros maestros y que en general deberíamos de estar mas abiertas a sus enseñanzas y no creer que es al revés, y es justo por eso que el postparto es lo que es… no podemos negarnos a los aprendizajes, aprender cuesta, nos dará sonrisas, nos dará lágrimas, nos dará un cuerpo nuevo y otra personalidad, estamos ahí, mirando el milagro de la vida, agradecidas y abiertas, estamos ahí, abrazando nuestro amor sublime, pidiendo ayuda en silencio…, dando nuestra mejor cara al mundo, estamos ahí, en la cama, en el baño, en la cocina, en la mecedora, en el sillón de la sala mirando a través de la ventana…, estamos nosotras y no estamos solas.

El puerperio es la transición o el camino de regreso que jamás nos llevará al punto del que partimos. El postparto es la conclusión del viaje sin retorno que es la maternidad… y no tiene un tiempo, tampoco una fórmula, se instala en nosotras y nosotras en él, nos abrazo y nos estruja o nos besa y nos acaricia. 

Personalmente yo lo encuentro como un tiempo maravilloso: por fin un tiempo nuestro, de crisis tal vez, de ajustes también, pero siendo un espacio íntimo que la vida nos da pocas veces para el encuentro con nosotras mismas. Estemos en nuestro puerperio cuidando de nosotras, guiñándonos un ojo frente al espejo, admirando nuestro potencial femenino, nuestro poder dador de vida, nuestra sexualidad derramada, abracemos nuestra transformación, nuestras emociones encontradas. Escribamos de nuestro postparto, de nuestros pensamientos, para nosotras, para otras mujeres, para nuestras madres, hijas, hermanas, para todas nuestras co-madres… Vivamos el postparto agudo e intenso, pidamos ayuda ojalá en menos silencio, tomemos la mano de nuestro cachorro que huele a nosotras, a leche, a todas la emociones de una madre y a todos sus miedos. Disfrutemos de nuestro reflejo en este trayecto que por fin nos lleva a donde nunca hemos estado antes, feliz viaje…

 Karla Lara

@KarlaDoula

 

 

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