La enfermedad de estar ocupados...

La enfermedad de estar ocupados…

Tratemos de recordarnos, de vez en cuando, que lo contrario de estar ocupados es ser libres. Que no hay prisa, que la vida es hoy.

La enfermedad de estar ocupados… El tiempo parece cobrar una mayor velocidad a medida que vamos cumpliendo años, no tiene la misma dimensión a los 3 años, que a los 7, a los 15 o a los 21… cada vez va mas rápido y de pronto, nos vamos dando cuenta que en ese corto y veloz tiempo estamos ocupados, muy ocupados, tan ocupados con lo que tenemos enfrente que no tenemos tiempo para nadie ni para nada… y eso es una enfermedad.

Es como si estar ocupado se ha vuelto un estilo de vida, es necesario comunicar que tenemos “muchas cosas que hacer”, cosas que nos ocupan (aunque no necesariamente nos llenen). Solemos llenar nuestro plato igual que nuestra agenda y nuestra bandeja de entrada de correos (al tope).  Así, vamos por la semana haciendo malabares para acomodar las prioridades (sin hacerlo) y cumpliendo con aquello que “tenemos” que hacer, para luego quizá hacer lo que “deseamos” hacer y el tiempo al final resulta estar ocupado…

Los hábitos destructivos empiezan pronto, muy pronto. Este ritmo lo contagiamos a los niños, esos pequeños que nos observan todo el tiempo, que nos escuchan a través de nuestras acciones y que haceres para luego imitar (tristemente) todo…

 ¿En qué momento elegimos estar tan ocupados?, ¿Por qué nos hacemos esto a nosotros mismos?, ¿Por qué se lo hacemos a nuestros hijos?, ¿Cuándo se nos olvidó que somos “seres” humanos y no “haceres” humanos?… y ¿Porqué nos parece que estar ocupados es tan atractivo?… ¿Acaso no nos damos cuenta lo distractor que puede ser?

A los mismos niños los llenamos de tareas, de deberes, de responsabilidades, hasta se les organiza el juego y a las amistades para tener con quién y a qué jugar… no hay espacio para el aburrimiento, para el ocio creativo, para estar con uno mismo…

De pronto es como si usamos a las personas y amamos a las cosas, esas cosas que obtenemos a cambio de estar tan ocupados… y luego la prisa… eso que tanto nos apura, para llegar, para irnos, para en realidad evadirnos…

Sócrates dijo: “Una vida sin examen, no merece ser vivida.”¿CÓMO SE SUPONE QUE PODEMOS VIVIR, REFLEXIONAR, SER O CONVERTIRNOS EN HUMANOS COMPLETOS SI ESTAMOS CONSTANTEMENTE OCUPADOS?

Esta enfermedad de estar “ocupado” es intrínsecamente destructiva para nuestra salud y bienestar. Debilita la capacidad de concentrarnos completamente en quienes más queremos y nos separa de convertirnos en el tipo de sociedad que tan desesperadamente clamamos.

Desde los años 50 hemos tenido tantas innovaciones tecnológicas que prometían hacer nuestras vidas más fáciles, más rápidas, más sencillas. Aun así, hoy no tenemos más tiempo disponible que hace algunas décadas, al contrario, pareciera que la tecnología nos consume.

Dejaron de existir las divisiones entre trabajo y vida personal, entre tiempo disponible y tiempo privado. Estar conectados a un dispositivo electrónico parece que nos obliga a estar disponibles todo el tiempo. Todos están ocupados y preocupados, no hay tiempo… es una enfermedad.

En muchas culturas musulmanas, cuando quieres preguntarle a alguien qué tal le va, dices: en árabe, ¿Kayf haal-ik? o, en persa, ¿Haal-e shomaa chetoreh? ¿Cómo está tu haal?

¿Qué es ese haal por el que preguntas? Es una palabra para preguntar por el estado transitorio del corazón de uno. En realidad preguntamos “¿Cómo está tu corazón en este momento exacto, en este mismo suspiro? Cuando nosotros preguntamos “¿Qué tal estás?”, esto es exactamente lo que queremos saber de la otra persona.

Sería una historia completamente distinta si cuando alguien nos pregunta cómo estamos, o cuándo se lo preguntamos a otra persona, lo que realmente quisiéramos saber es “cómo estás en este preciso momento. Cuéntame. Dime que tu corazón está contento, dime que tu corazón está dolorido, que está triste y que necesita contacto humano. Examina tu propio corazón, explora tu alma y después cuéntame algo sobre ambos.”…

Ahora también nos volvemos multifunciones, hacemos muchas cosas al mismo tiempo, el multitasking… ¿una virtud o una maldición?, es que ya no ponemos atención, pasión y presencia a una sola cosa o persona a la ves… queremos acaparar tanto, que nos ocupamos, nos llenamos las capacidades, las facultades, hasta perderlas. Un estímulo o dos ya no son satisfactorios, necesitamos muchos a la vez para acaso estar medianamente bien… televisión y celular, celular y manejar, conversar y enviar mensajes, charlar en un altavoz y estar en la computadora… y de las personas ni hablar, no hay contacto visual, estamos ocupados.

Según el diccionario, ‘estar ocupado’ y ‘ocupar’ se definen como “llenar un espacio o tiempo”, y también “tomar posesión, apoderarse de algo, especialmente si se hace de forma violenta”. Así, podríamos decir que conquistamos nuestra vida a golpe de multitarea. Nos tomamos prisioneros, nosotros asumimos ese título como si de una honrosa corona se tratase. Tenemos demasiado que hacer, demasiados lugares a los que ir, demasiadas personas a las que atender. Tratamos de ganar tiempo restando atención. Y eso nos lleva a pasar de puntillas por casi todo lo que nos sucede, a rozar la superficie sin jamás llegar a la profundidad. En este proceso, nos olvidamos de la única persona con la que convivimos el cien por cien de nuestro tiempo: nosotros mismos y a los que amamos. Estamos demasiado ocupados con lo que sucede en el exterior para prestar tiempo a lo que pasa adentro.

Todos tenemos obligaciones y responsabilidades con las que cumplir, pero eso no tiene por qué ser incompatible con dejar espacio al silencio. El disfrute –propio y ajeno- no sólo está en la imagen perfecta, estática y retocada de instagram. Eso es sólo una ficción efímera que denota que a menudo, nuestra atención está más enfocada a los demás que en nosotros mismos. Nos construimos en la comparación. Y eso, tarde o temprano, termina por pasarnos factura.

Estar constantemente e imparablemente ocupados nos distrae de lo importante, nos desvía de lo que nos duele, enmascara el dolor, el miedo, la angustia, nos hace seguir un tren que poco tiene que ver con nuestros sentimientos.  Llenamos los días con planes, citas, llamadas…

Lo cierto es que cuando estamos ocupados, los pensamientos nos dan tregua. Nos sentimos útiles. Estamos haciendo cosas. La verdad es que, a menudo, preferimos estar ocupados a ser libres. Pero, ¿Desde cuándo estar ocupado es un sinónimo de éxito? Tal vez debamos redefinir la línea de meta. Si salimos de la vorágine, aunque sea solo por un momento, posiblemente nos demos cuenta de que estamos en la carrera equivocada. Eso no significa dejar de lado nuestras obligaciones, simplemente comprender que nuestra mayor responsabilidad es aprender a estar a gusto con nosotros mismos, sin estímulos que nos distraigan de nuestra realidad interior. Cultivar relaciones auténticas y satisfactorias no se logra a través de una pantalla.

El nivel de desgaste que llegamos a alcanzar en nombre de estar ocupado acaba repercutiendo en todos los ámbitos de nuestra vida. “Hoy no puedo”. “Necesito cancelar”. “Estoy complicado”  apenas y nos describe que “El que mucho abarca poco aprieta” o aquél de que “El que a dos amos sirve, con uno queda mal”… y vivimos al borde de quemarnos, de gastar toda nuestra energía, de abrumar nuestros propios pensamientos y olvidar nuestros sueños y anhelos. Tratemos de recordarnos, de vez en cuando, que  lo contrario de estar ocupados es ser libres.

Que no hay prisa, que la vida es hoy.

“Si no tienes libertad interior, ¿qué otra libertad esperas poder tener?” Arturo Graf

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