Mitos sobre la virginidad femenina (y las consecuencias subjetivas y sociales de esa idea)
La sexualidad es trabajo de cada individuo, por lo que, al comprenderla, podemos vivir una perspectiva más sana y plena nuestras creencias y relaciones.
Mitos sobre la virginidad femenina (y las consecuencias subjetivas y sociales de esa idea)… La virginidad es una construcción social, una mezcolanza de ideas llena de confusiones y prejuicios. Su presencia omnipresente en las jóvenes vírgenes provoca que haya, tanto en ellas como en sus alrededores, ciertos comportamientos, pensamientos, expresiones verbales, emociones vertiginosas. Sin embargo, ¿qué es la virginidad y cuáles son sus implicaciones?
La colaboradora The Atlantic, Norah Feeney, asegura que la virginidad no tiene una definición precisa per se.
“Muchos asocian la palabra con la relación pene-vagina entre hombres y mujeres, pero esa no es la única manera en que dos personas pueden ser sexualmente activos, y esa definición excluye a las lesbianas, homosexuales, bisexuales, transexuales, etcétera. Lo que constituye la idea de pureza [en lo que la virginidad implica], parece ser sorprendentemente confuso”.
Por consiguiente, no se puede definir la virginidad sólo a través del acto de la penetración y la ruptura del himen; sino también de la manera en que uno vive su sexualidad.
Entonces, ¿de dónde viene esta idea que la virginidad se “pierde” con la ruptura del himen? Al parecer, estos mitos se desarrollaron a partir de la incomprensión o de la falta de la información acerca de la sexualidad y del cuerpo humano. Algunas de estas creencias persisten, como por ejemplo: el sexo en pareja siempre es consensuado, el único camino propio para la actividad sexual es durante el matrimonio, desde la primera vez la pareja sabe exactamente qué, dónde, cuándo, cómo y hasta por qué de tus preferencias en los menesteres de la cama; todas las mujeres sangran durante su primera experiencia sexual (independientemente de factores como los niveles de excitación, lubricación, acostumbramiento…), el himen es la única fuente confiable para saber si una mujer ha tenido ya relaciones sexuales, una mujer que “perdió la virginidad” es una “cualquiera”, entre otros.
Esta desinformación está presente en muchos sitios de internet. Por ejemplo, en ellos se describe al himen como una membrana que cubre por completo la entrada vaginal, y que al romperse, la mujer sangra. Cuando en realidad, el himen es una membrana fina y elástica que cubre a la vagina en una forma de corona; es decir, que el himen tiene una abertura expandible, protegiendo higiénicamente a la vagina. De hecho, en el 2009, la Asociación Sueca para la Educación Sexual (RFSU, por sus siglas en sueco) empezó a promocionar el término de “corona vaginal” como una alternativa de “himen”, con el fin de desmitificar y reconstruir desde cero ciertas asociaciones con esta parte del cuerpo.
Por otro lado, los mitos respecto a la virginidad también fomentan actitudes negativas tanto hacia las personas como hacia el sexo:
Primero, hacia las personas, la virginidad fomenta la persistencia de estereotipos que idealizan y exageran la supuesta “virtud” o la falta de esta; en consecuencia, estas expresiones se convierten en una manera “efectiva” de valorar a las mujeres en la sociedad para su futuro matrimonio o relación de pareja. De hecho, el valor que se le da a esta idea de castidad, ha llegado al grado de que, en internet, se vende “himen” artificial por sólo 29 dólares.
Segundo, este sistema de valoración de la “pureza” impulsa al uso de ciertas expresiones (“perdí mi virginidad”, “la desfloraron”, “se entregó”, “tomó su virginidad”…), que, además de ser violentas, califican a las mujeres de pasivas sobre sus propias decisiones tanto de su cuerpo como de su sexualidad; mientras que, sugieren a los hombres como los “sabelotodo” del tema, cuando en realidad también pasan por ese mismo proceso.
Tercero, también afecta la manera de visualizar el sexo. Dependiendo del caso, esta necesidad básica del humano es experimentada como: traumática, indiferente o espectacular. Y muchas veces, “la primera vez” es un pivote que puede llevarte a esos tres caminos; por consiguiente, es imprescindible considerar la sexualidad como una energía natural, la cual necesita ser vivida conscientemente: con el conocimiento de cómo funciona nuestro cuerpo, la comprensión lúcida de nuestras sensaciones y acciones. Y de ese modo, también adquirir una nueva perspectiva de lo sexual, de los roles de género, de la conducta humana, sin necesidad de convertirlo en una estresante y dolorosa práctica.
Estos mitos son los que fomentan que aún en estos tiempos, sobre todo a las mujeres se es acuse de libertinas, promiscuas, y tantos otros adjetivos al querer vivir una sexualidad plena y en libertad.
En conclusión, la virginidad es una idea rodeada de mitos y prejuicios. Recordemos que la sexualidad es el trabajo de cada individuo, por lo que, al comprenderla, podemos vivir una perspectiva más sana y plena nuestras creencias y relaciones.