"Nacer por cesárea, también es una forma sagrada de nacer"

“Nacer por cesárea, también es una forma sagrada de nacer”

Porque una se abre amorosamente también en una cesárea. También hay belleza y luz sublime en esa forma de abrirnos y exponer las entrañas. Texto de Karina Falcon

“Nacer por cesárea, también es una forma sagrada de nacer”…

Ser una doula me permite rodearme de mujeres a las que por una u otra razón admiro profundamente, pues de cada una de ellas aprendo algo. Estando en el mundo de los nacimientos y siendo madre de cuatro, muchas veces he emitido juicios y si acaso no lo hice, otras tantas solo los pensé, juicios acerca de las mujeres que han vivido una cesárea y recién me he encontrado y confrontado con un bellísimo texto, de una co-madre de vida, una de esas mujeres que agradezco conocer y seguir en sus enseñanzas y con su permiso les comparto el texto que escribió desde su alma, en tránsito por el postparto, desde su segunda experiencia “sagrada” de nacimiento de su segundo hijo por cesárea. Gracias Karina por dejarnos llevar tus palabras como bálsamo de amor.

Dedicado en su nombre a todas las mujeres que dan la luz abriendo no solo su alma y su corazón, sino también su vientre, hermosamente descrito en este pensamiento:

“Nacer por cesárea, también es una forma sagrada de nacer”.

Esa frase hace eco una y otra vez en mi mente, en mi corazón. Hace que tiemble mi cuerpo. Y mi ego se diluye en el resonar de cada palabra. 

Por supuesto, quería un parto vaginal. Un poderoso y orgásmico parto natural. Y el Universo me dio lo que necesitaba para conciliar mis opuestos, para hacer las paces con las cesáreas de mi madre, para hacer las paces con mi cesárea previa (que también salvó la vida de mi hijo), para darme cuenta que una cesárea también es un parto, doloroso en la recuperación, fuerte, incisivo… y sí, también SAGRADO. 

Yo también cuestioné las cesáreas de otras mujeres, también llegué a preguntar “¿y sí fue necesaria?”, sin sentir tanta compasión y cariño por quien portaba una herida mayor en su vientre y en sus brazos un bebé recién llegado a la vida. 

Hoy, a unos días de culminar este re-encuentro conmigo, me inclino profundamente ante cada mujer y cada nacimiento: vaginal, por cesárea, doloroso, orgásmico, feliz, con lágrimas, con magia, con risas, con nostalgia, sin medicar o medicado. Por que cada mujer merece sentir y escuchar que el nacimiento -bello o terrible- de su hij@ es algo “profundamente sagrado”.

Todo nacimiento es sagrado, y también si fue por cesárea. 

Gibrán tuvo la bendición de nacer a través de una incisión que nos protegió la vida, en un quirófano donde todo el equipo médico le dio la bienvenida, donde lo recibió su papá. Llegó mientras sonaba “Hallelujah” de Rufus Wainwright y lo sentí por primera vez piel con piel con “Just breathe” de Pearl Jam. Y cuando escucho de nuevo la playlist entera, mi cuerpo, mi corazón y toda yo resueno con la memoria de su nacimiento. Así será el resto de mi vida, de eso estoy segura.

Y así, mientras mi hijo tomaba sus primeros minutos de respiración, unas amorosas manos extraían con suavidad la placenta de mi cuerpo. Y yo me encontraba ahí, partida, abierta, expuesta. Porque una se abre amorosamente también en una cesárea. También hay belleza y luz sublime en esa forma de abrirnos y exponer las entrañas.

Así es con una cesárea. Hay belleza y dolor al mismo tiempo. Hay celebración y miedo. Hay que tener la valentía para ir de la incertidumbre al amor, y confiar en que el cuerpo se recuperará mientras se intenta amamantar a un pequeñito. Hay que soltar la idea del parto vaginal para amar cada sutura, cada punto, cada hilo de la cesárea. ¿Cómo se hace en tan pocos días? ¿Cómo hace eso una para permitirse estar presente para ese bebé que pide con los ojitos ser cargado, arrullado y nutrido?

Y aquí voy: amando todo lo sucedido, enviando luz a mi vientre, dándole gracias a mi cuerpo, a mis órganos, al dolor en el dolor. 

Aquí voy, colocando los últimos huesos… sintiendo el florecer de mi carne, los nuevos aromas de mi piel. Huelo a leche, huelo a mamá. Y desde la herida dulce en mi útero me paro en la vida, sabiendo que todo sucedió como debía suceder.

Gibrán, ¡Bienvenido a la vida, hermoso hijo! Tu nacimiento también fue mágico, misterioso, sagrado y perfecto tal y como fue.”

KARINA FALCON

 

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