No a la violencia de género
Que nuestros hijos gocen de una sociedad equitativa e igualitaria… #NiUnaMas #VivasNosQueremos
Hablar sobre la violencia de género es complicado, ya que muchas veces no contamos con una definición clara de lo que realmente es ni de los derechos humanos que gozamos. Y en consecuencia, más del 50 por ciento de las mujeres y niñas en América Latina y el Caribe ha sufrido agresiones físicas, psicológicas, sexuales o negligencia (INSTRAW, 2013).
Ante la ausencia de golpes físicos, aceptamos gritos, humillaciones, sumisiones, celos, control de actividades y de dinero, manipulación; invalidación del cuerpo físico, habilidades profesionales e inclusive emociones, obligación a aceptar cánones de belleza que niegan la naturaleza de una, insultos a otras mujeres con estándares flexibles, incapacidad de defender a una misma o a otra mujer en situación de riesgo; acoso sexual callejero, laboral o familiar, feminicidio, entre otros.
La violencia de género es algo que nos compete a cada individuo que desee formar parte de una sociedad equitativa e igualitaria. Por ello este fenómeno se ha calificado como pandemia en América Latina por la Organización Panamericana de la Salud (OPS) en 2013. Ya que la mitad de las mujeres, entre 15 y 44 años de edad, declararon haber sufrido alguna vez violencia por parte de una figura paterna (el cuidador), la pareja, la autoridad, el sistema político, los compañeros o jefes, o los peatones hombres.
Esta pandemia ha costado la vida de madres, hermanas, novias, esposas, amigas. Desde las mujeres desaparecidas en Tijuana (México) hasta las hermanas Mirabal asesinadas violentamente durante dictadura del General Trujillo en República Dominicana.
Ambos casos necesitan ser un ejemplo a seguir, ya que cuentan con una trayectoria de resistencia, resiliencia y empoderamiento. La fuerza de estas mujeres, unida a la atención generada por los crímenes, torturas y desapariciones, ha despertado a una sociedad que exige la salud y seguridad de cada uno de sus individuos.
Estas mujeres le han dado un rostro humano a la tragedia de la violencia expresada por palabras altisonantes, conductas disfrazadas de sobreprotección, manipulación a través de la belleza e imágenes de una felicidad eterna, entre otras. Ellas alzaron sus brazos desde las entrañas de la tierra para romper el silencio consensuado, y generar un cambio intra e interpersonal.