¿Porqué los niños deberían de tener mascota?
Los animales pueden convertirse en los mejores amigos de los niños. Además permiten que se forme un apego a través de una comunicación con base en las emociones que el infante llega a reflejar al animal; es decir, a través de la empatía.
¿Porqué los niños deberían de tener mascota?
En su libro The Boy Who Was Raised As A Dog (2006), (El niño que fue criado como un perro) el psiquiatra Bruce D. Perry, fundador y director de Child Trauma Academy en EE.UU., explica que la infancia es uno de los factores determinantes para el éxito y felicidad de una persona. Para el autor, las primeras experiencias de felicidad, frustración, tristeza, logro, prueba y error, enojo, pueden convertirse en los pilares de la personalidad futura de un niño.
Y es que la repetición de ciertas actividades, de las reacciones (por parte de los padres) ante sus acciones y de las experiencias ante diferentes estímulos, puede convertirse en la mejor escuela para los niños. Perry argumenta que esto da paso a la empatía. Inclusive cita como ejemplo la posibilidad de dar a escoger entre dos opciones (como comer brócoli o espinacas) a la hora de tomar decisiones, lo cual permite aminorar la sensación de realizar malas decisiones o la actitud de haber fallado “cuando no había nada más que hacer”:
“Al ser capaz de visualizar escenarios alternativos puede también ayudar a incrementar el control sobre el impulso [y también de los berrinches]. Si puedes pensar en un mejor futuro, también puedes formar un plan para ello. Y al ser capaz de proyectarte hacia un futuro, también mejora la habilidad de ser empático con otros. Si estás planificando para visualizar las consecuencias, en cierto sentido, estás siendo empático con tu “futuro ser”. Imaginarte a ti mismo en otra posición no dista mucho de imaginar la perspectiva de otros – en otras palabras, ser empático sencillamente.”
La empatía, sencillamente definida como “ponerse en los zapatos del otro”, permite entonces regular emociones negativas como la ira, la frustración y la tristeza. Sin embargo, ¿cómo es que se enseña la empatía además de brindar opciones para que él o ella tomen decisiones y se imagen un escenario alterno?
La presencia de una mascota en el hogar puede brindar apoyo a este ámbito de la crianza. Las mascotas, ya sea un perro, gato, pez o cualquier animal doméstico, pueden convertirse en una alternativa que permite planificar y visualizar consecuencias en diferentes escenarios; en imaginar la perspectiva de este otro (animal); en fomentar la empatía. Es decir que una mascota permite vivir en el presente de un vínculo de afecto y apego entre un humano y un animal, ya que los segundos son receptivos a los cambios emocionales de las personas ayudando a autoregular emociones. Estos pequeños son los encargados de espejear las verdaderas sensaciones, actitudes y pensamientos del “yo real” a través de su compañía pura, genuina y sincera.
Es verdad que existe la preocupación sobre las consecuencias negativas de las mascotas, como su salvajismo o las bacterias que pueden transmitir, sin embargo la realidad es que se tratan de animales domésticos que pueden convertirse en un proceso clave de nuestra personalidad.
Gracias a la adaptabilidad de los procesos de entrenamiento y de higiene, los animales pueden convertirse en los mejores amigos de los niños. Además permiten que se forme un apego a través de una comunicación con base en las emociones que el infante llega a reflejar al animal; es decir, a través de la empatía.
Así que, permitamos que nuestros hijos aprendan a tomar decisiones con base en las relaciones de afecto entre seres humanos y animales, la razón y la naturaleza.